Estaba chateando con una amiga por internet esta mañana y me decía que se acaba de levantar. Por supuesto, me la imaginé con su ropa sexy de cama, y le sugerí de acercarme para empezar el día con buen pie. (Ella vive en el pueblo vecino.)
Ella me puso alguna excusa, como que todavía no había entrado ni a la ducha, y yo le respondí que podía darse una ducha mientras yo iba de camino. Finalmente aceptó y dijo: “Vale, ven. La puerta estará abierta y te estaré esperando desnuda dentro”.
Fiel a sus palabras, al llegar me la encontré desnuda en la cama y todavía húmeda de la ducha. Estaba tumbada bocabajo y relajada. Pensé que sería una buena idea darle el gusto de hacerle un masaje. Con suavidad, froté mis manos en su espalda, piernas y culo, y entre los muslos. Me aseguré de evitar masajearle el coño para tentarla un poco.
Tras un rato, conforme me fui acercando a los labios de su coño, intentó incluso moverse para que su coño se encontrara con mis dedos. La excitación iba en aumento y pude ver que estaba lista para el siguiente paso.
Se giró hacia mí y nos quedamos mirándonos, desnudos y acariciándonos. Estaba completamente empalmado (ya llevaba así un buen rato) y ella se aferró a mi pene, mientras yo le besaba las tetas y jugaba con los labios de su coño. Al poco rato, estaba tan húmeda que estaba claro que necesitaba más.
Me humedecí los dedos y le separe los labios jugando con su coño. Al instante, ella dejó escapar unos gemidos guturales y arqueó la espalda para ejercer presión contra mis dedos. Estaba a punto de tener un orgasmo, pero aún no.
Yo me incliné y dirigí su atención a mi pene erecto, y ella obedeció con agrado acercándose a él. Iba alternando recorriendo la punta con la lengua y metiéndosela toda en la boca. Me devolvió el favor con creces de excitar sus partes. Ella tiene un truco que siempre me pone a mil, sostiene el glande en su boca y utiliza un poco de presión. En su justa medida, esto hace que la erección sea más dura hasta el punto de ser casi doloroso. (Pero un dolor exquisito).
No me podía aguantar más, así que le dije que quería lamerle el coño. (Yo lo había ido trabajando). Se levanto y se montó a horcajadas en mi cara. Percibía el olor dulce de mujer y probé el fluido lubricante que desprendían los labios de cuando los había trabajado con mis dedos. Esta es mi parte favorita. En la oscuridad entre sus piernas, me podía concentrar solo en darle placer. Comencé a pasarle la lengua por los labios, por debajo veía como el clítoris descansaba entre los pliegues depilados de su sexo. Seguí explorándola con la lengua hasta que esta degustó el hoyuelo que formaba su uretra, atravesando la apertura de la vejiga.
Le metí la lengua todo lo que pude hasta que comencé a notar las rugosas paredes musculares que se ceñían en mi lengua. Volví de nuevo al clítoris, trabajándolo bien con la lengua. En esa posición, no había necesidad de comunicación verbal, dado que el lenguaje corporal transmitía lo necesario. Notaba cómo se iba excitando más conforme se le endurecía el clítoris y se iba tensando cuando se acercaba el orgasmo. Todavía no estábamos listos. Reduje la velocidad de mis lametazos a un ritmo suave. Me alejé del clítoris y comencé a centrarme en la vagina. Me decía que la pared frontal de la vagina, en profundidad, mi lengua le daba un placer exquisito y diferente. La tensión volvió disminuir, y ahora podíamos regresar al acto principal.
Me movía acercándome y alejándome de ella, lo cual aumentaba nuestras ganas de que por fin ocurriera. Ella no podía aguantar más y estaba súper sensible al tacto. No solo ente las piernas, sino por todo el cuerpo. Ya no podía aguantar ni una caricia en sus piernas o torso. Nos tumbamos juntos y dejamos que la sensación se fuera apagando.
Comencé a follármela y ella me la chupó hasta que llegué al orgasmo, tragando una buena cantidad de semen y gimiendo a la vez que se inclinaba para besarle. Todavía sabía a ese fluido salado. El final fue breve, pero mejor para mí. La parte que disfruto más es dar placer.