EGUZKILORE
1 / Un encuentro fugaz.
La mecánica voz de la megafonía anunciaba la proximidad de la estación de Atocha, fin de trayecto y el tiempo justo para comer algo, hacer trasbordo y continuar viaje hacia el sur.
Héctor salió repentinamente de la ensoñación en que las más de cuatro horas de trayecto le habían sumido, e instintivamente miró su móvil.
47 notificaciones pendientes, emails de trabajo, algún whatsapp y lo que realmente esperaba encontrar.
Marta se había impacientado y le preguntaba por la hora de llegada, a continuación, una foto de la estación desde lo que probablemente era su puesto de trabajo, seguida de un “salgo ya, nos vemos enseguida” con un emoticono de un beso que remataban la serie de mensajes enviados apenas cinco minutos antes.
A Héctor se le escapó un bosquejo de sonrisa y fotografió el billete que llevaba en el bolsillo (AVE 02162 origen Madrid 16:35, destino Córdoba, 18:17).
Mientras tanto, Marta elegía qué ponerse y simultáneamente se maquillaba de manera discreta.
Hacía ya más de un año que coincidió por casualidad con Héctor en una App de chateo y aunque realmente le conociese poco, era más que suficiente para saber sobre sus gustos a ese respecto.
No era una cita, o no lo era más allá de tomar un café en la estación de trenes y tampoco el tiempo daba para más.
Poco más de una hora para la salida de su tren destino a Huelva, donde acudiría a dar algún tipo de charla sobre su trabajo, y en definitiva el motivo causal de su viaje.
Lo habían hablado hacía escasamente una semana justo después de uno de sus esporádicos encuentros de sexting y quizás por la intensidad del momento, a los dos les pareció morbosamente interesante.
Ambos casados y sin ninguna pretensión de ser infieles, pero pasaban ratos de juego y complicidad a través de sus móviles, tan simples como una conversación picante, alguna foto subida de tono u horas de conversación intrascendente que hacían que sus monótonas vidas fueran un poquito más llevaderas.
Fantasearon con una ración de sexo desenfrenado en los baños de la estación, aunque en realidad ninguno de los dos llegase en ningún momento a tomárselo en serio.
Sabían que era simplemente la oportunidad de conocerse, de verse en persona y de sentirse juntos por un efímero momento.
Llegado en momento, ambos, cada uno a su manera, sentían esos absurdos nervios que les trasladaban a su ya lejana pubertad.
No era una cita, pero era algo muy similar.
Un encuentro cargado de tensión sexual y que sería breve, por desgracia excesivamente breve.
Se decantó por un ligero vestido de tirantes color teja que le había regalado su hermana tras un viaje a Cuba.
Se sentía guapa con él.
¿Lencería?... Y se reprochó a sí misma la superflua pregunta.
Para un café no sería necesaria, así que optó por un sujetador que realzase sus voluminosos pechos y por la respectiva parte inferior del conjunto y continuó maquillándose.
Héctor engullía un bocadillo vegetal mientras esperaba su tren, la ponencia en Huelva, el encuentro con Marta, las prisas, los emails sin leer y el trabajo acumulado, le estaban causando un estrés considerable.
Así que fue el primero en entrar al tren y nada más sentarse puso su móvil a cargar, sacó el portátil de la mochila dispuesto a quitarse trabajo de encima y respiró profundamente durante repetidas veces.
No habían pasado ni cinco minutos cuando la vibración en su pulsera requirió de su atención.
“Nuevo mensaje de imagen” y se apresuró a coger y desbloquear el móvil.
Unos labios carnosos le lanzaban un beso furtivo y bajo la foto, un mensaje de texto que decía “te espero”.
Respondió con un “lo estoy deseando” y volvió al portátil.
Para las seis en punto Marta estaba ya en el andén y de un vistazo repasó el panel informativo, en próximas llegadas, andén 4, AVE 02162 18:16, se adelantaba un insignificante minuto, pero le arrancó una ligera sonrisa; en próximas salidas…, andén 1, ALVIA 02384 destino Huelva 19:52, lo que se la borró de inmediato.