El cuarto día de luna creciente volví a darle un masaje relajante a una amiga (por segunda vez). Durante nuestras infinitas conversaciones, me confesó que es muy activa sexualmente y tenía miedo de no poder contenerse con el tipo de masajes que doy, que son más meditativos y relajantes que sexuales. Le dije que no había problema, el cuerpo es como es y cada persona es distinta. Lo importante era que no esperara nada del masaje, ir sin ningún tipo de predisposición, miedo o dudas sobre qué va a experimentar tu cuerpo. La idea es dejarle total libertad para que se deleite con las caricias sensitivas y entre en comunión y en resonancia la mente y el cuerpo. La primera vez que le di este tipo de masajes, parece que no se logró relajar tanto como habría querido. Esta vez sí que lo consiguió al parecer.
Empezamos con una sesión de respiración y meditación en la cama, con música acorde, ambientación de las velas y un incienso que ya estaba por la mitad. Caricias olfativas, visuales y auditivas para ir entrando en la relajación requerida del masaje.
Después de entrar en armonía, un abrazo de corazón largo, sintiendo su respiración, el movimiento de pecho, el calor de su torso envuelto en el pareo y sus piernas encima de mis muslos. Un abrazo donde podía notar su cuerpo más relajado que cuando empezamos a meditar. Me sentía bien, me transportó a un remanso de paz y sentía con los ojos cerrados un color ámbar, cómodo y consciente. Estaba empezando a sentir la conexión con nuestros corazones tan juntos como físicamente se puede estar pero más juntos de forma energética. Cuando haces algo poniendo toda tu voluntad, simplemente conectas y notas la energía de la otra persona.
Cuando estuvo preparada, se puso boca abajo sobre el mandala encima de la cama, sólo con unas braguitas puestas. Sus pechos sobre los colores rojo, negro, amarillo y blanco del mandala y su cabeza reposando sobre un cojín. Estaba muy cómoda y se sentía muy protegida con el pareo que posé desde el cuello hasta los tobillos sobre su cuerpo.
Empecé por buscar los puntos energéticos en su espalda, esos puntos que desprenden más calor que el resto del cuerpo. Justo debajo de los omóplatos, tenía una zona que le cruzaba la espina dorsal de lado a lado, como una línea de 2 dedos de grueso que notaba más caliente incluso a través del pareo. Me daba la impresión de estar relacionado con el tercer chakra puesto que no llegaba del todo a subir al corazón. Más abajo, por encima de la rodilla derecha y tirando un poco al interior, hacia el muslo, encontré otro punto energético.
Me pongo cómodo con las rodillas en la cama y una postura de espalda recta, retiro el pareo hasta el glúteo izquierdo, dejando al descubierto toda la pierna. Empiezo dando un masaje sensitivo sólo con la yema de los dedos sin aceite desde el pie hasta el glúteo. Despertando la piel y que se centrase toda la atención en esa pierna. Me pongo aceite con un aroma previamente elegido del secreto del desierto. Un aroma que me traje de Egipto, muy dulce y con toque afrodisíaco. Es tan exclusivo que no he logrado encontrar nunca nada parecido.
Empiezo un masaje de pie izquierdo desde el talón más accesible hasta los dedos pasando por la planta. Subo su pantorrilla a mi rodilla para que tenga la pierna doblada y sea más agradable. Voy subiendo y bajando el ritmo y la intensidad con la música y me dejo llevar. Presiono en zonas específicas de la planta del pie que proporcionan un placer muy intenso y los pies lo agradecen mucho. Con el aceite, se cuidan las durezas y se mima esta parte del cuerpo que tanto se maltrata con calzado muy estético pero poco cómodo a veces.
Subo por el gemelo, aquí haciendo un poco más de presión con los dedos pulgares pero abrazando fuerte con las dos manos toda la circunferencia de la pierna, subiendo y bajando, moviendo la sangre y los músculos adormilados. Llegando a los muslos y pasando por la parte interior de la rodilla (aquí muy suave) me deleité con la suavidad de su piel. Con el aceite hacía resbalar mis manos tan sensitivo que me quedé un buen rato masajeando parte baja del glúteo, abductor, femoral y cuádriceps metiendo las manos por debajo de su pierna aunque me costara un poquito. Se siente fenomenal.
Cuando acabé con esa pierna, se la cubrí con el pareo y sin perder contacto con mis dedos en su cuerpo, me bajé de la cama, la bordeé y me arrodillé en su lado izquierdo para repetir el mismo proceso al ritmo de la música. Cuando acabé también con esa pierna, le subí el pareo descubriéndole los gluteos hasta la espalda baja. En este punto, masajeaba a la vez pierna izquierda y derecha y sin mucho cuidado, también los glúteos, sin importar que manchase las braguitas que para eso estaban. Sin duda, lo más excitante fue masajear el interior de sus muslos con ambas manos, una para cada muslo. Acercándome cuidadosamente a su ingle sin tocar en ningún momento las braguitas que cubrían su zona más íntima. Este masaje despierta sensaciones erógenas y comienza la subida de excitación y energía sexual. Ya empezaba a notar el calor muy intenso que salía en forma de energía sexual de su vulva y alrededores incluso a través de la tela blanca.
Vuelvo a cubrir las piernas por completo y voy retirando el pareo de su espalda tirando desde los pies, que vaya acariciando toda su piel. Esta técnica es parte del masaje de Cachemira (región) y se trata también de activar la piel desde una forma diferente a la que estamos acostumbrados. A muchas personas les produce cosquillas, a otras escalofríos y a otras placer sin reacción. Es muy sensitivo y gusta mucho.
Con el pareo retirado de su espalda, empiezo un masaje suave con los dedos y no las palmas de las manos, sintiendo la alegría de la música y entrando en trance. Voy recorriendo cada centímetro de su espalda provocando escalofríos, a lo que ella me pide que continúe que es algo increíble. Paso al masaje con la palma de las manos y presionando en puntos de acumulación de tensión en los músculos. No soy fisioterapia pero sé reconocer principios de contracturas y los intento aliviar con algo más de presión.
Paso a los brazos, primero el derecho y luego el izquierdo, y a las manos de forma fugaz puesto que no es una postura cómoda para ella, más adelante tendrán su tiempo de dedicación individual. Retiro por completo el pareo y le masajeo de arriba a abajo, desde espalda a pies, con ambas manos. Lento, suave, acariciando más que masajeando, que resbalen bien las manos conectando la parte superior del cuerpo con la inferior. Me pide si le puedo quitar las braguitas y darle un masaje en los glúteos, que la vez anterior se quedó con las ganas. Le di el masaje en los glúteos, sin olvidarme del sacro que tan sensitivo es. De forma circular primero un glúteo y luego otro, acercándome al ano pero sin llegar a la zona perianal, retirando y abriendo los glúteos cuando tocaba y cerrándolos y apretándolos cuando me resonaba con la música. Un auténtico placer cuando me lo hacían a mi, intentaba replicar lo que más me gustaba. Finalmente y de nuevo, masaje de arriba a abajo sin olvidar el interior de los muslos porque quería notar, ahora sí, la intensidad del calor de su zona íntima sin obstáculos. Casi me quemaba cuando estaba cerca y ella consciente o no, abrió las piernas para que tuviera mejor acceso o visión. Estaba muy cómoda y se le notaba en cada poro de su piel.
Cuando termino, le tapo completamente con el pareo y poso mis manos sobre su espalda, notando ese punto energético todavía más caliente y activado. Le comunico que cuando ella quiera y esté preparada, muy lentamente se ponga boca arriba. Cuidadosamente separo el pareo de su cuerpo desde un lateral mientras se da la vuelta y de forma fluida cae sobre sus pechos, abdomen y piernas sin que se atasque en ningún momento debajo de su cuerpo.
Comienzo por el pie derecho que me volvía a pedir atención. Esta vez, con más accesibilidad al empeine, con ambas manos el masaje es más breve, ya ha tenido su momento de placer. Retiro el pareo de la pierna derecha hasta el pubis. Masajeo de forma regular y con algo de presión desde la pantorrilla subiendo por la rodilla y el cuádriceps incluido el interior del muslo de nuevo, notando su calor íntimo. De la misma forma, repito el proceso con la pierna izquierda y finalmente subiendo el pareo hasta debajo de su ombligo. Puedo ver perfectamente cómo sus braguitas tienen una mancha líquida donde se posan con la entrada de su vagina. Es pequeña y alargada pero ahí está. Es el resultado de despertar al cuerpo, de darle cariño sin intención desde la consciencia. Sin invasión ni imposición de nada. Sin presión. Dejarle libre, que sienta y disfrute por sí mismo y no por lo que queremos y le demandamos a diario. Sólo el cuerpo, sin la mente que atosigue o lo limite.
Una vez terminado el masaje de piernas, las cubro con el pareo y tiro hacia abajo, descubriendo sus pechos, la tripa y la pelvis, quedándose el pareo justo en el inicio del pubis. Empiezo un masaje por el brazo izquierdo y la mano izquierda con el aceite justo, desde el hombro hacia la muñeca. Luego levanto la mano doblando su codo e intentando que no haga ningún esfuerzo por mantener esa postura, solo relajación. Le doy un masaje de mano con suficiente aceite y nos llega a ambos la caricia olfativa dulce del aroma cuando se activa con el roce de nuestras manos. Cuando termino, rodeo la cama, sin perder contacto con su cuerpo y llego al otro lado para masajear el otro brazo y la otra mano.
Con el restante de aceite, soy generoso y empiezo a masajear los pechos, la tripa y la pelvis, sin llegar a acercarme con aceite a la zona del pubis ni el monte de Venus. Le dedico una buena cantidad de tiempo al masaje de pechos puesto que me lo comentó, que le gustó mucho la vez anterior y quería que fuese más larga. Notaba con cada caricia cómo reaccionaban los pezones, cómo bombeaban tanta sangre y estaban tan erectos que se intuía el ritmo del corazón casi a simple vista. Primero me centro en el pecho derecho, masajeando desde abajo a arriba y hacia el esternón puesto que es muy agradecido. A veces muy muy suave, casi sin rozar, otras con la palma entera y otras sujetando desde la zona de la axila el pecho con una mano y con la otra haciendo un baile con los dedos pasando por todos y cada uno de los centímetros de la piel, la aureola y el pezón. A veces con ambas manos encerrando el pecho y haciendo que se escurra hasta escapar de la prisión poco a poco, a veces con una sola mano mientras masajeo el cuello y pómulos ahí donde los pelos me dejan camino libre. Repito al ritmo de la música el procedimiento en el otro pecho y luego acaricio ambos, de forma simétrica a veces y de forma aleatoria otras. Noto cómo su respiración se hace más rápida y me dice que está muy muy excitada. Incluso no puede mantener el cuerpo relajado y hace movimientos de placer.
Le retiro el pareo de la zona inferior y realizo pasadas de arriba a abajo por todo su cuerpo, desde el cuello hasta la punta de los dedos del pie, con una o dos manos, dependiendo de cómo la música me lleva por donde quiere. Hasta aquí el masaje de cuerpo completo añadiendo un masaje con el pareo. Le repito hasta en tres ocasiones una pasada con el pareo cubriéndola y retirándolo para que resbale por todo su cuerpo. Le cubro de nuevo y le digo susurrando si quiere seguir con la siguiente parte, centrada únicamente en el Yoni (término para definir la vulva y alrededores), a lo que me comenta que lo está deseando. Le digo que me voy a lavar las manos y a traer el lubricante acuoso y que se quede relajada sin pensar en nada.
Cuando vuelvo, me siento con las piernas cruzadas delante de ella. En esta postura, ella pone las piernas por encima de mis caderas en una posición cómoda. Dependiendo de su complexión, hay quien deja las piernas más abiertas y otras menos pero lo importante es la comodidad. Es curioso cómo sólo desde donde estaba, huelo el aroma característico a mujer. Ese aroma tan claro e inequívoco a sexo femenino. Cuando levanto el pareo, me encuentro con un espectáculo digno de mención. Mi amiga estaba empapada. Se le salía el flujo de lubricación vaginal por ambos labios y hasta la ingle y cayendo hacia la zona perianal. Estoy seguro que se había intentado limpiar mientras estaba yo en el baño o al menos retirar el sobrante más visible pero se notaba perfectamente cómo había estado ahí.
Poso mis manos en la zona de su monte de venus mientras escucho la música que me anima a continuar. Noto su calor y su energía envolviéndome entero, subiendo y abrazándome en un torrente de color carmesí y naranja en mi mente, energía de fuego primordial.
Me echo lubricante acuoso en la mano derecha con el dosificador mientras tengo posada la mano izquierda en su pubis. Está totalmente depilada y sorprendentemente suave, sin un solo granito o folículo inflamado. Ni un solo pelo que se haya quedado olvidado o rezagado. Adoro las vulvas tan bien cuidadas y depiladas. Cuando mi mano derecha en forma de cuenco rebosa de lubricante, junto ambas manos para calentar el líquido resbaladizo y que no sea una sensación que le saque a una de su estado de relajación y le ponga alerta.
Embadurno por completo su pubis e ingle, sin rozar siquiera sus labios todavía. Mis manos se mueven y bailan cambiando el ritmo por la pelvis, muslos, ingles y pubis sin descanso, muy lentas, muy suavemente, resbalando y sin fricción alguna. Hago formas, cuento una historia y sigo notando cómo cada vez está más excitada. Veo salirle el flujo vaginal de lubricación natural totalmente transparente y denso desde la parte baja de la entrada a la vagina. Huelo su excitación, su deseo de querer más.
Empiezo el masaje por fuera de los labios externos, con ambas manos, recorro hacia arriba y hacia abajo, sin tocar el clítoris todavía, me desvío hacia las ingles, los muslos de nuevo y vuelvo a los labios, los masajeo por fuera y por dentro, los cojo con los dedos índice y pulgar, los recorro de arriba a abajo notando la densa lubricación e impregnándome los dedos de su aroma. Separo los dedos hasta casi despegarme de la piel. Con un solo roce en la zona alrededor del clítoris se encorva y suspira. No aguanta más. Me pide si puede tener un orgasmo, que no va a aguantar mucho. Le digo que esa no es la idea ni el objetivo pero que si viene, no hay que avergonzarse de ello. Hay que dejar libre al cuerpo de experimentar lo que necesita siempre y cuando no haya intención por mi parte de forzarla a tener un orgasmo. Yo continúo muy suave y de forma consciente como me han enseñado, sin prisas, sin propósito, solo dejando al cuerpo que se despierte y sienta las caricias.
Paso los dedos por los laterales del clítoris siguiendo el interior de los labios exteriores y llegando a juntar mis dedos en la parte superior del clítoris. En este punto mi amiga ya se rinde y libera toda su energía sexual acumulada en un orgasmo muy intenso que dura bastantes segundos, para mí muy largos y seguro que para ella muy cortos. Noto como la entrada de su vagina se contrae, el clítoris se endurece y palpita, y sale una gotita de lubricación natural uniéndose a las que ya estaban alrededor del perineo.
Le pregunto si quiere seguir y me dice que no pare. Esta continuación en los hombres es imposible y me maravillo con la capacidad que tienen algunas mujeres de tener un orgasmo tras otro. Sigo masajeando alrededor del clítoris, la entrada de la vagina, los labios internos y externos, el pubis los muslos, suave, lento, menos lento, con la palma entera de la mano, con los dedos solo y un sin fin de posiciones y caricias todas saliendo directamente de mi corazón.
Me dice que quiere sentir también caricias en su interior. Sus deseos son muy bien recibidos ya que están en sintonía y resonancia con lo que me sale hacer del corazón. Empiezo posando la mano izquierda en su monte de venus con el pulgar en el clítoris mientras con la mano derecha uniéndo los cuatro dedos excepto el pulgar, masajeo el exterior de la vulva depositándo los cuatro dedos a la vez y la palma y haciendo movimientos circulares, notando todo el flujo expulsado previamente sin necesidad de más lubricación. Retiro la mano derecha y parte de este líquido muy denso se viene conmigo y se queda con ella, sin querer separarse del todo, formando una película muy agradable a la vista. Es un sueño hecho realidad. Me deleito con la cantidad de flujo que veo y me agrada mucho.
Apoyo la muñeca de la mano izquierda en el muslo derecho casi en la ingle y hago lo mismo con la muñeca derecha, los dedos pulgares apuntando hacia abajo. Dejo caer las manos hacia su vulva y su entrada a la vagina y con los dedos, en una técnica de las mil mariposas, empiezo a entreabrir sus labios interiores. Con mis dedos resbalando por sus labios interiores y exteriores, voy abriendo su entrada poco a poco con todos los dedos donde caigan, separando su fisionomía de forma muy suave sin forzar nada y solo resbalando. Los dedos meñiques centrados en su clítoris mientras que el índice y corazón de ambas manos centrados en su apertura. No puede aguantar más este masaje y acaba teniendo de nuevo otro orgasmo. Noto perfectamente las contracciones de su esfinter en mis dedos posados en la entrada de la vagina.
Cuando se calma, retomo el masaje por los exteriores de nuevo, sin acercarme ni al clítoris ni a la vagina, por fuera, por los labios, por las ingles, los muslos y el pubis y pelvis. El masaje va a finalizar cuando me dice que continúe y le introduzca esta vez un dedo, que lo necesita. La preparo de nuevo masajeando labios y clítoris prácticamente sin tocarlo, rozándolo con el mínimo contacto con los dedos puesto que sé como de sensible se queda después de un orgasmo. Cuando me siento preparado, abro de nuevo con ambas manos la apertura de forma suave y sin forzar nada, que deslicen con caricias mis dedos por su entrada vaginal y en ese momento, introduzco el dedo corazón de la mano derecha muy lentamente y haciendo círculos por todo su canal. No lo introduzco del todo, me paro a la mitad y lo saco, lo vuelvo a meter y masajeo a izquierda, derecha, arriba y abajo, sin prisa, lentamente y a un ritmo regular, metiendo y sacando el dedo mientras con la mano izquierda masajeo su monte de venus (que no el clítoris).
Después de un rato en esa posición, viene otro orgasmo justo cuando introduzco del todo el dedo corazón y masajeo la parte inferior del canal vaginal. Noto un poco el cérvix y espero que no sienta ni raro ni incómodo, solo exploro cada centímetro de su cuerpo intentando despertar zonas que nunca han sido masajeadas.
Cuando terminan los espasmos y contracciones con mi dedo prisionero de su vagina, lentamente lo saco y le doy más caricias pero ya lejos de aledaños de la vulva, para ir lentamente en decremento de la excitación y dar paso a las caricias de cariño después del masaje.
Cuando termino, le tapo con el pareo y le dejo en su mundo de relajación, calma y paz interior. Un mundo donde la mente ha perdido la batalla y el cuerpo ha conseguido relajar una mente intranquila y llena de cargas y problemas.
Me salgo de la habitación todavía con el aroma a su sexo femenino grabado a fuego en mi nariz. Poco a poco yo también voy saliendo del trance y me dirijo al baño a lavarme las manos y lavar el bote de lubricante con jabón. Vuelvo a la habitación para descubrir ese momento que tan bien me hace sentir. El momento donde pienso que todo ha sido positivo y no hay nada malo ni arrepentimiento de nada. Ese momento que sabes que si has hecho todo de corazón, has ayudado a alguien a conocerse más a sí misma. Me tumbo al lado dejándole ese momento para ella. Ella es la única que importa en su mundo y así nos quedamos dormidos los dos. Yo disfrutando todavía del olor del incienso, el aceite y el dulce y característico aroma de su sexo.
Al despertar una hora después por un movimiento de ella, se sorprende lo a gusto que estaba y cómo se ha podido quedar dormida de esa maniera. Estas cosas pasan sin premeditación y ha pasado así porque tenía que ser así. Nos quedamos hablando otras dos horas sobre nuestra vida y experiencias trascendentales de forma muy agradable, compartires de corazón y ambos nos desnudamos el alma.