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5. El masaje

"5 de muchos"

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EGUZKILORE

5. El masaje.

El masaje extremadamente suave al inicio, incrementó su intensidad y se extendió de las cervicales y hombros también a cuello y nuca, antes de bajar con sus manos por detrás de las orejas hasta su barbilla, lo que generó un punto de excitación inesperado en Marta que sin pensárselo dos veces descolgó ambos tirantes de su vestido haciendo que este se deslizara cayendo varios centímetros.

Aprovechó para masajear también la parte de espalda recién descubierta y Marta comenzó a sentir un calor que no era provocado únicamente por el vino.

Se puso de pie y el vestido descendió hasta sus caderas, dejando a la vista de Héctor toda su espalda durante un efímero instante antes de tumbarse boca abajo en el sofá.

Él se acercó al ventanal y bajó ligeramente la persiana, quedando una tenue luz dentro del salón, subió dos puntos el volumen de la música y encendió una vela y una barrita de incienso sobre el recibidor de la entrada, finalmente y bordeando el sofá, se colocó delante de ella.

Extendió un poco más de crema sobre la parte baja de su espalda y continuó con el masaje incidiendo en las lumbares.

El estrés se había desvanecido y se sentía cómoda y desconectada del mundo exterior, únicamente centrada en lo que Héctor le provocaba tanto con sus manos como los estímulos ambientales que iba acondicionando sobre la marcha.

Ya relajada, comenzó a disfrutar plenamente del masaje.

No preguntó y al comenzar a subir las manos por su espalda, desabrochó el cierre del sujetador dejando espacio libre para masajearla, recreándose en esta labor al menos durante un par de canciones.

Sin oposición alguna, el masaje fluía y también iba surtiendo efecto.

Héctor cambió su posición sentándose sobre el reposabrazos del sofá y se dispuso a descalzarla.

Sin prisa desabrochó las correas de cuero de unas preciosas sandalias negras que le habían llamado la atención desde el primer momento.

Retiró ambas y empapó sus manos en crema para comenzar un minucioso masaje dedo a dedo, pasando por cada milímetro de las plantas, talones, tobillos, empeine y comenzando a ascender llegando hasta las rodillas.

Llegado aquí fue Marta quien recogió el vestido hacia su cintura dejando a la vista la mayor parte de sus muslos.

No mediaron palabra al respecto y él, aparentemente impasible, continuó el masaje hacia la nueva zona expuesta. 

Acabada esta, volvió a ponerse de pie y se sentó junto a la cabeza de Marta, volviendo a masajear las cervicales, desatando el nudo del pañuelo e introduciendo sus dedos a través del rizado pelo para masajear desde la nuca hasta la frente, sin dejar de lado ni un solo punto de su cabeza.

Y con un único dedo, el índice de su mano derecha, continuó hacia su espalda y empezó a acariciarla suavemente, trazando líneas aleatorias que erizaban la piel de Marta en cada pasada, deleitándose, sin prisas, hasta que ella de repente, identificó una figura dibujada sobre su piel que no podía ser casual, ¿era un corazón?, lo era, no cabía duda y algo que le pareció tan poco previsible y a la vez tan sumamente romántico hizo que su espalda se arquease y que estuviese a punto de emitir un leve gemido.

Él sin inmutarse siguió jugando un poco más hasta que fue parando lentamente, momento en el que en voz muy baja, como para no molestar, le ofreció la copa de vino.

Marta se incorporó y él no pudo evitar deleitarse mirando la hermosa caída natural de sus pechos a los que el sujetador desabrochado, ya de nada les servía.

Bebieron, se observaron, ambos sonrientes, inevitablemente excitados y ella se puso de pie, y mientras se reprochaba a sí misma haber optado por la comodidad y no por un elegante conjunto de lencería, lentamente se deshizo del vestido lanzándolo sobre el televisor sin desviar ni un solo segundo la mirada de los ojos de su acompañante y preguntó:

"¿Y ahora?, ¿Cómo estás?"

Le recuestionó él y aunque le hubiera encantado responder que considerablemente excitada, respondió con un cordial, "mucho mejor, gracias
."

Publicado 
Escrito por Selene

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