EGUZKILORE
4 / El vino.
Le costó ubicarse, su cabeza intentaba analizar todo lo que había pasado en apenas tres minutos y se apresuró a salir a la calle.
Pero ya no le vio.
Las dudas le inundaron, estaba confusa pero tremendamente excitada, lo inesperado de la situación había activado tanto su cuerpo como su mente y desconcertada se sentó en un banco frente a la estación e intentó ser objetiva, pero no pudo, o quizás más bien no quiso, así que cogió su móvil y se apresuró a justificar que no pasaría esa noche en casa.
Estaba notablemente nerviosa y afortunadamente eso ayudó a dar un tono de veracidad a la rocambolesca historia que iba improvisando.
Volvió a leer la dirección, conocía la calle y en efecto no estaba lejos, así que no dudó por más tiempo y comenzó a caminar hacia allí con paso ligero.
El portal estaba abierto y subió directamente, tremendamente nerviosa pulsó el timbre y casi de manera inmediata volvió a ver la sonrisa y los ojos profundos de Héctor, detrás de él un amplio salón, decoración minimalista, colores suaves, un enorme sofá en forma de L y al fondo un ventanal con vistas al parque, en el televisor sonando una canción en francés que no supo reconocer y sobre una mesa baja central, dos copas de vino tinto.
"Te estaba esperando", dijo sin mostrar ningún tipo de sorpresa por su presencia, y con una sonrisa y un gesto amable le invitó a pasar y tomar asiento.
Marta se sentó en el sofá e instintivamente cogió una copa de vino, él pasó por detrás y de manera delicada apartó su pelo para colocarle sobre la nuca un beso corto, pero suficientemente intenso.
Se estremeció y sintió unas ganas irrefrenables de girarse y besarle apasionadamente, pero en lugar de ello preguntó un escueto "¿Por qué?"
La respuesta igual de breve, fue concisa, "Por tí" y tomó asiento en el sofá a una distancia prudencial de ella con la intención de no incomodarla.
Clavaron sus ojos mirándose fijamente y Héctor alzó su copa invitando a un brindis.
"¿Por qué brindamos?" pregunto ella.
"Por lo que desees que pase a partir de ahora', respondió él chocando su copa contra la de Marta.
Se sentía casi intimidada y permanentemente analizada por la mirada incisiva y penetrante de su desconocido acompañante.
No sabía qué decir, en su cabeza se amontonaban las ideas y en su corazón los sentimientos, necesitaba frenar, parar un instante y tomar un mínimo control sobre sí misma.
Y tan evidente era su estado que él le preguntó abiertamente si podría hacer algo para ayudarle a tranquilizarse, titubeó, dijo no…, bueno, no sé y vio cómo se dirigía a su maleta en busca de algo en su interior.
Múltiples botellas de vino y algo de ropa perfectamente ordenada, entendió el porqué de las dimensiones de la misma, y observó que sacaba un bote de color negro.
"Es crema", no te preocupes, dijo con voz suave mientras le acercaba el bote para que lo viera. “Choco therapy con esencia de naranja”, ciertamente no sonaba nada mal.
"¿Puedo?" le preguntó, y mientras esperaba la confirmación de labios de Marta sacó de la maleta una especie de pañuelo blanco que al tiempo supo que debe tener su utilidad a la hora de catar los vinos.
La respuesta afirmativa no se hizo esperar y recogió el frondoso y largo pelo de ella atándolo en la parte superior de la cabeza con el peculiar pañuelo.
Pensó en que debería estar horrible con ese “peinado” pero la idea se desvaneció de su mente al momento cuando las manos de Héctor se posaron sobre sus hombros.
Empezó a masajear las cervicales de una manera delicada y al extender la crema por su cuello, el olor a chocolate le aportó tranquilidad, fue nuevamente consciente de que el televisor seguía emitiendo una tenue música de fondo y confiada, se dejó hacer.