EGUZKILORE
3 / La nota
Apuntó algo en la primera de sus hojas arrancándola acto seguido, y se puso en pie colocándose detrás de Marta, le cogió el colgante de entre sus manos y apartándole el pelo, procedió a pasar el cordón de cuero por su cabeza colocándole el eguzkilore, con cuidado de no tapar el colgante que habitualmente portaba Marta.
Una vez colocado deslizó su mano derecha por el cordón recorriéndolo lentamente hasta el escote dónde ya reposaba la pieza de plata.
Introdujo la mano por el vestido, rozó levemente el pecho izquierdo de Marta y en un suave movimiento colocó la hoja de papel entre su seno y el sujetador, al mismo tiempo que su boca se acercaba hasta su oído para en un leve susurro decirle: “Por si estás interesada”.
Aquel simple gesto, sentir su aliento tan cerca y volver a oler aquella fragancia tan singular hicieron que Marta se estremeciera, pero Héctor volvió inmediatamente a su silla cogiendo el móvil que estaba sobre la mesa.
Disculpa, tengo que hacer una llamada afirmó tajante.
El tiempo se acababa y ella sentía no estar a la altura de las circunstancias, confusa pero contenta, se quedó observando como él llamaba.
Con un tono arisco explicó que en Madrid había facturado otro equipaje y que los “incompetentes” de Renfe no lo habían metido en el tren… bla bla bla… que le llegaría en el siguiente… y tal y cual… y que le habían hecho perder la conexión a Huelva…
Y así, de repente lo entendió todo y se apresuró a sacar el papel que le había dejado al rozarle, leyéndolo con avidez, “Huerta del Recuero 15, 4° dcha.”
Héctor lo tenía todo preparado desde hacía una semana, pero quiso, en parte por darle la sorpresa y en parte para no forzar a nada más allá que el café y el encuentro consensuados, no comunicárselo.
Un apartamento turístico y un chef a domicilio, que quizás tuviese que disfrutar él en solitario, pero quizás en la mejor de las compañías posibles.
Simplemente se lo había jugado a cara o cruz y sólo podía esperar a que su apuesta le saliese bien.
Colgó y mirándole fijamente a los ojos le dijo: "te queda precioso. Y… mi tren… sale a las 8:12 de la mañana."
Una leve pausa, tomó aire y continuó.
"Me han dicho que está a cinco minutos de aquí a pie, así que voy para allí, si quieres y puedes, te estaré esperando."
Se levantó y mientras se colocaba la mochila rozó con el dorso de su mano la mejilla de Marta y enredó ligeramente su dedo anular en su cabello rizado.
Cogió el asa de su trolley y besándola en la mejilla le dio las gracias, comenzando a caminar sin darle tiempo ni siquiera a reaccionar.